Sucedió en Granada, que una calurosa noche de Julio, roto el silencio por los desgarradores gritos de una madre primeriza, nací yo.
Cuenta mi añorada abuela que mi progenitor susurraba temblando – ¡esto es algo grande…!-. Y ciertamente así fue.
Desde entonces he dado grandes alegrías y grandes disgustos a mi querida familia, no sabría decir en qué proporción.
A mi madre, gran lectora, le encanta presumir de hija porque no sólo leo la etiqueta del champú en el baño, aunque suele olvidar que no siempre compartimos el mismo gusto o disgusto literario.
Mi padre, sin embargo, está orgulloso de que yo llegara a ser una profesional del baloncesto, hasta que una oportuna lesión me retiró. Y digo oportuna porque, sometida a la disciplina del equipo, estaba más que harta de novios formales y tónicas sin ginebra.
Estudié periodismo, carrera que sin duda ensombreció algunas de mis cualidades e intensificó muchos de mis defectos, a saber: la curiosidad de una portera; mi afición apasionada a la política; la defensa a veces inadecuada de la libertad de expresión; y un sentimiento de profundo capitalismo que me llevó a abandonar el periodismo por cualquier profesión que de verdad llenara mi monedero de algo más que de noticias teñidas de verdades a medias.
Y sucedió que en otro caluroso mes de Julio conocí a otro recién nacido: Internet. Desde entonces sigo ganándome la vida con verdades virtuales, no ya como periodista, pero sí como creativa web, aunque desgraciadamente sigue sin llenarse como yo quisiera mi cartera.
¿Lo de escribir…?, bueno… hay otros que hacen macramé o coleccionan esquelas del ABC, a mi me gusta inventar historias, o verdades a medias, según se mire.